IDEOLOGÍA DEL PATRIMONIO
- Santiago Zubieta Davezies
- 27 ago 2020
- 10 Min. de lectura
Actualizado: 20 sept 2020
El patrimonio histórico como narrativa, se instituye como tal en la modernidad, en la modernidad en su versión desarrollista, globalizatoria y neoliberal. Veamos.
El arquitecto y teórico italiano Aldo Rossi (1992), al pensar en la individualidad de los hechos urbanos y arquitectónicos, recupera la noción de locus, a partir de la cual, propone interpretar la ciudad, como el locus de la memoria colectiva. En psicología, el locus es en efecto, aquello que hace referencia a las percepciones de las personas, en relación a la localización de los agentes causales de sus acontecimientos en la vida cotidiana, es decir, la forma en que el sujeto percibe los orígenes de sus conductas, eventos y comportamientos.
La relación entre el locus y las personas, se encuentra para Rossi, en la imagen preeminente de la arquitectura y el paisaje, como hechos que vuelven en lo recurrente, a ingresar en la memoria, como hechos que se forman y crecen en la ciudad, y que hacen que las grandes ideas del pasado recorran su historia, la historia de la ciudad, y las ideas que se construyen sobre ésta.
Las ciudades bolivianas de Sucre y Potosí, formaron desde sus orígenes coloniales, una unidad territorial vinculada económica y administrativamente; unidad desarrollada como tal, bajo el paradigma de la modernidad en su versión fundacional, colonizadora, y productora de ciudades y centros de usufructo del capitalismo colonial de entonces impuesto desde los escenarios europeos hacia sus enclaves de conquista; y que en lo posterior, con el transcurso de los siglos, y ya en el escenario de las independencias nacionales, harían de reflejo de una nueva versión de la modernidad, como modernidad tardía en este caso, a partir del discurso conservacionista y del buen uso del patrimonio histórico.

Potosí. Óleo de Gaspar Miguel de Berrío, Siglo XVIII
“[…]. La Modernidad nace realmente en el 1492: esa es nuestra tesis. […]” afirma Dussel (2000: 50), cuando piensa en el origen de la mundialización del globo desde un giro descolonizador, mundialización dada en efecto, a partir de la organización de facto, del mundo colonial y del usufructo de sus víctimas. Así pues, desde esa interconexión global abierta hacia el atlántico, en tal cometido, la fundación de ciudades y asentamientos en América, aun en sus dificultades por las características de las empresas coloniales, conformarían para la humanidad, uno de los emprendimientos humanos y culturales, más importantes de su historia (Benavides Solís, 2013).
Según las leyes coloniales españolas, de existir una ciudad cercana, no era posible crear otra de la misma categoría, por lo que Potosí no obtuvo el rango de ciudad, y fue sólo una villa, más no una villa cualquiera, sino, una “Villa Imperial” cuya razón de ser fue la explotación del Cerro Rico, “el cerro que se come a los hombres”.
Así pues, en la jerarquía de las poblaciones urbanas, la ciudad fungía de centro principal, y su rol era el de organizar el entorno; sin embargo Potosí fue durante mucho tiempo, ni siquiera una villa sino un asiento minero, y nunca tuvo una fundación formal, por lo que no obtendría la categoría de ciudad como sí lo hizo su vecina, la entonces Villa de La Plata, hoy Sucre (Medinaceli, 2011).
La Villa de La Plata, que encuentra su locus o razón de ser en Potosí, sí fue fundada, incluyendo los beneficios que significaba ello en términos de planificación urbana; obtuvo el rango de ciudad en 1553, y su función era administrativa, pues en ella residían los altos funcionarios de la corona, el presidente de la Audiencia, los Oidores, y la alta clase eclesiástica, por lo que lo selecto de esa población vivía en esta ciudad, mientras que los mineros ricos, y los trabajadores de las minas, especialmente indígenas desarraigados, vivían en Potosí.

Callejón de Santa Teresa. Sucre
Así pues, ambos asentamientos, Potosí y La Plata, conformaron un conjunto territorial que se complementaba, el primero a partir de la producción minera del Cerro Rico y de las minas de Porco, y el segundo a partir de las actividades administrativas subsecuentes.
Las Leyes de Indias fueron los soportes institucionales para consolidar los códigos, leyes y esquemas urbanos de las nuevas ciudades. El Consejo de Indias como alto tribunal de justicia, se encargaba de fiscalizar la política económica y elaborar las normas en general, entre ellas, las de carácter urbano, de tal modo, este urbanismo inicial en La Plata, a diferencia de Potosí, sería un escenario propicio para tal intervención, y presentaría un alto grado de racionalización, diseño y planificación (Zilbeti Gonzáles, 2002). En Potosí, recién con la llegada del Virrey Toledo en 1572, se empezaron a establecer las políticas y directrices que incluían los espacios urbanos, que a partir de entonces, harían parecer al poblado como verdaderamente una villa, mandando la apertura de calles, y generando la forma física que en el futuro tendría.
En el siglo XIX vendrían las independencias nacionales, generándose en el transcurso de esos años, nuevas formas arquitectónicas y urbanas. Renacentismo, barroco y neoclasicismo formarían superpuestos y mestizos, la imagen colonial de la relación territorial entre Sucre y Potosí.
Sin embargo los esfuerzos por la patrimonialización de las ciudades, como valor discursivo, y como modelo de desarrollo, son menos antiguos y se darían recién, en las últimas décadas del siglo XX.

La Merced. Sucre

La Merced y San Felipe Neri. Sucre
Fotografía: Gabriel Campos
Institucionalmente, el proceso de inscripción, protección, conservación, gestión y manejo del patrimonio fue iniciado en 1978, y ha permitido hasta el momento, la inscripción por parte de la UNESCO, de treinta y cinco centros históricos latinoamericanos (dos en Bolivia, Potosí y Sucre), ubicados en trece distintos países. En ese tránsito, no son sólo los valores intrínsecos o los fines académicos, los que hacen que los bienes culturales o naturales sean inscritos como patrimonio de la humanidad, sino en especial, las gestiones, intereses y las capacidades institucionales de los países aspirantes (Benavides Solís, op cit.).
En concreto, la situación patrimonial de Potosí se inscribe en monumentos específicos, entre ellos el prominente, el Cerro Rico, mientras que en Sucre involucra al conjunto urbano del centro histórico, lo cual genera impactos directos a parte de la población civil, además de una dinámica social específica en torno al patrimonio.
Mientras tanto, las nominaciones y títulos para las ciudades históricas (Sucre Ciudad Blanca de América, Ciudad Arquitectónica y Monumental, Ciudad Monumento de América, Ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad), han servido de legitimación del discurso patrimonial, como formas de producción de identidad e imagen simbólica, generando para las ciudades patrimoniales, distinciones y marcas para explotar, considerando al conservacionismo y la ideología del patrimonio, como parte de un modelo de desarrollo sobrentendiendo para ello, su aceptación social.
Con los años, han surgido situaciones en donde ese interés de conservación histórico, ha entrado en pugna con demandas sobre nuevas necesidades de sectores de la población, surgiendo conflictos respecto a los bienes inmuebles y sus necesidades de transformaciones físicas y espaciales, que son a su vez, efecto de nuevas características socioeconómicas para las ciudades.

Arquitectónicamente, entre las faltas al patrimonio se encuentran las construcciones clandestinas, el realizar modificaciones a proyectos aprobados, y en especial, las demoliciones. Incluso instituciones, universidades y órganos del Estado, las últimas décadas han realizado intervenciones edilicias fuera de norma, las cuales de alguna forma se han regularizado en el transcurso.
En efecto la principal amenaza en Sucre y Potosí respecto al patrimonio, radica en el riesgo de perder la distinción de Patrimonio Cultural de la Humanidad. En específico en Sucre, el centro histórico sufre de transformaciones lentas en su configuración arquitectónica, lo cual a la larga, a partir de malas intervenciones acumuladas, harían posible la pérdida de la distinción. Por su parte Potosí, ha sido calificado como patrimonio en riesgo por parte de la UNESCO en 2014, debido al deterioro físico del Cerro Rico, a consecuencia de los casi quinientos años de explotación que lleva consigo y que continúa en la actualidad.
A esto se suman los problemas de gestión, entre los cuales se encuentra la pérdida del apoyo institucional de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) en Sucre, y con ella sus planes de conservación y rehabilitación; mientras que en Potosí, el Plan de Rehabilitación de Áreas Históricas de Potosí (PRAHP) cerró en 2009.
Sin embargo a pesar de los problemas, el patrimonio en su trasfondo, como ideología, posee características propias, que son introducidas en la memoria a medida que se reproducen por la narrativa histórica y por los medios de comunicación.
Ideología que ayuda a establecer en la cultura popular, que el reconocimiento de la UNESCO, como institución que "monopoliza" las competencias culturales, debe reforzar el orgullo ciudadano, al ser “un privilegio” vivir en ciudades galardonadas, y cargadas de valores históricos, paisajísticos y culturales que es necesario conservar.

Fotografía: ABI
Pensar que el desarrollo de estas ciudades está cifrado en la conservación de su patrimonio, significa pensar en el turismo y en las actividades económicas que genera éste. Incluso desde voces académicas, se habla de paradigmas desarrollistas como la economía naranja, que se funda en la explotación de los bienes derivados de la propiedad intelectual y de las industrias culturales.
El turismo y la tematización de las ciudades evidentemente, son algunos de los efectos buscados a partir de las nominaciones patrimoniales; sin embargo como toda industria, el turismo no es una industria totalmente blanca. Como recuerdan Montaner y Muxi (2013), el turismo es muy proclive en sus lugares de implantación, a generar trabajos precarios y de temporada (trabajo basura) para quienes no tienen acceso al turismo ni al ocio, produce miradas indiferentes a los problemas reales, genera falta de lazos sociales y conciencia política, genera disposiciones en los turistas a que la ciudad esté a sus pies, conforma ciudadanos de segunda, y en especial promueve la falta de distribución social de los beneficios del turismo.
Una lectura crítica del patrimonio, puede ser incorporada al debate sobre los trasfondos sociales subsecuentes, que escasamente se representan en las lecturas tradicionales; lo cual no transgrede las valoraciones propiamente arquitectónicas y artísticas, pues los valores creativos de la técnica en su condición de logro del ingenio humano, en sus múltiples manifestaciones, son producto de un amplio saber formalizado, de derecho propio, cuya utilización sin embargo, a costa de ella, a pesar de ella, se inserta en un determinado sustrato social.


Catedral Metropolitana de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción de Sucre y Palacio Nacional (Gobierno Autónomo Departamental de Chuquisaca). Sucre
La ideología del patrimonio se basa en una doble determinación, en una dialéctica, en dos tipos de valores discursivos indisociables, que son, por un lado, el discurso en torno al valor cultural, y por otro, el discurso en torno al valor histórico. Sin estas dos determinaciones no es posible entender el patrimonio arquitectónico como discurso, y observamos con regularidad, que cualquier referencia a él, abarcará necesariamente ambas determinaciones, lo cultural y lo histórico.
Por otra parte, una relación pragmática, de necesidad histórica, envuelve a la ideología del patrimonio, en otra relación también indisociable, que se produce en torno a las ideas nacionalistas ligadas a los monumentos patrimonializables.
En efecto la ideología del patrimonio desde su valor histórico, establece una relación particular con la temporalidad, desplegando, oportunamente con los paradigmas nacientes de la modernidad, un proyecto humanista, basado en el culto, la empresa y la industria de la cultura. El patrimonio entonces con su andamiaje discursivo, se incorpora instrumentalmente en el apoyo del “sentimiento nacional”, con las voces cohesionadoras e identitarias que le corresponden.
En el recorrido histórico fundacional del patrimonialismo, fue Francia en el siglo XVIII, quien dio origen al modelo administrativo, jurídico y técnico apropiado para la explotación de las coyunturas patrimoniales (Choay, 2007). Desde entonces, a partir de conceptos de filiación e identidad, los países buscan en los yacimientos de su historia, herramientas para mejorar su futuro, por medio de la unidad entre las ideologías patrimonialista y nacionalista, que según el caso, según los calores de la historia y de la dinámica social, derivan con potencialidad, en ideologías discriminantes hacia lo que es diferente, o hacia lo que es "no nacional" (Absi y Cruz, op cit.).

Fotografía: Gabriel Campos
En el siglo XX la ideología del patrimonio se institucionaliza oficialmente de la mano de la UNESCO, e ingresa en el amplio paraguas de los paradigmas civilizatorios universalizantes provistos por la globalización neoliberal, irradiada en sus formas culturales, desde los países centrales.
Esto significa que desde sus orígenes, el patrimonio nace y se entiende desde el horizonte occidentalizante planteado con la Ilustración, con el horizonte civilizatorio, modernizador, basado en la razón, en el progreso sin límites, con la aplanadora del liberalismo, sobre las cuales las experiencias locales han contribuido poco, sea en el enriquecimiento, o en la actualización de esas normas universales de medición de la cultura.
Así pues, los monumentos históricos pueden demostrar cabalmente otra contradicción, un doble estatus, pues por un lado son obras dispensadoras de saber y placer, de la inventiva técnica, y por otro lado son productos culturales fabricados, embalados y difundidos para el consumo, y logran pasar del valor de uso al valor de cambio por medio de una “ingeniería cultural” de coste público y privado. En el patrimonio, “Las reconstrucciones «históricas» o fantasiosas, las destrucciones arbitrarias, las restauraciones disimuladas han llegado a ser las maneras habituales de valorizar. […]” (Choay, op cit.: 196).
El patrimonio no es un estado connatural correspondiente a ciertas obras naturales, arquitectónicas o urbanas, o a su belleza intrínseca, sino un estado de situación en las relaciones sociales en las que están insertas, de sus continiudades históricas, de sus modelos de desarrollo, sus discursivas, sus locus y sentidos de época; y su concepción como tal no es un motivo a subestimar, sea cual sea la situación existencial que tengamos para con él, para con sus productos técnicos y artísticos, que son a fin de cuentas productos de su técnica, de su historia, de la ciudad y del locus de su memoria colectiva.
BIBLIOGRAFÍA
ABSI, Pascale y CRUZ, Pablo. Patrimonio, ideología y sociedad: miradas desde Bolivia y Potosí. En: https://www.researchgate.net/publication/277774468_Patrimonio_ideologia_y_sociedad_Miradas_desde _Bolivia_y_Potosi, 2005.
BENAVIDES SOLÍS, Jorge. Las ciudades históricas iberoamericanas: características y peculiaridades de su gestión. En: Contenidos y metodología de los planes de gestión de ciudades históricas iberoamericanas, con especial referencia a las del patrimonio mundial. Encuentro de Trabajo ICOMOS-ESPAÑA, Madrid 20 - 25 mayo 2013.
CHOAY, Françoise (2007). Alegoría del patrimonio. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.
DUSSEL, Enrique (2000). Europa, modernidad y eurocentrismo. En: LANDER, Edgardo (comp.). La colonialidad del saber: Eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas Latinoamericanas. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO).
MEDINACELI, Ximena (2011). Potosí y La Plata: La experiencia de la ciudad andina (siglos XVI y XVII). En: EICHMANN, Andrés e INCH, Marcela (Editores). La construcción de lo urbano en Potosí y La Plata (siglos XVI y XVII). Sucre: Ministerio de Cultura de España – Subdirección de los Archivos Estatales – Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia – Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia.
MONTANER, Josep María y MUXÍ Zaida (2013). Arquitectura y política: ensayos para mundos alternativos. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.
ROSSI, Aldo (1992). La arquitectura de la ciudad. Barcelona: Editorial Gustavo Gili.
ZILBETI GONZÁLES, Juan (2002). Evolución urbana de la ciudad de Sucre. Sucre: Imprenta Qori Llama, 2002.

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